Victor Frankl…

Es para mi el mayor ejemplo de alguien que eligió ser un vencedor. Este neurólogo y psiquiatra austriaco sobrevivió desde 1942 hasta 1945 a los horrores y la crueldad de los campos de concentración nazis.

Esos tres años que le robaron son insignificantes en comparación con todo lo demás que los nazis le arrebataron: su esposa y el hijo que iba a nacer, su hermano, su madre, su padre y el manuscrito a cuya redacción Viktor había dedicado su vida de adulto.

¿Cómo pudo Viktor Frankl elegir ser un vencedor en medio de tanto sufrimiento ?. ¿Cómo consiguió elegir el triunfo sobre la derrota?. ¿Cómo fue posible que Viktor, al igual que Anna Frank, eligiera creer en la bondad de la humanidad después de lo que había experimentado?

Las respuestas se encuentran en el libro que Viktor escribió al término de sus atroces vivencias en los campos de concentración nazis: El hombre en busca de sentido. En el libro, Frankl escribe:

A un hombre pueden despojarlo de todo menos de una cosa: la última de las libertades humanas, la libertad de elegir la actitud que uno asume en cualquier circunstancia, la libertad de elegir su propio camino”

Triángulo de Karpman

En contraposición de la elección de ser un vencedor está la elección de ser una víctima. Pero, ¿qué es ser víctima? El modelo del triángulo dramático de Karpman me hizo entender que es ser víctima y me hizo cambiar las gafas con las que miro determinadas situaciones, en especial los conflictos.

El triángulo de Karpman es un baile entre tres roles, tres comportamientos que las personas podemos tener en una situación: el comportamiento de la Víctima, el comportamiento del Salvador, y el comportamiento del Perseguidor. Se habla de roles porque a veces no son personas. El Perseguidor puede ser la vida, la enfermedad, el trabajo, o aquello que la víctima identifica como causa de sus males.

El triángulo aparece cuando la Víctima busca un Salvador en lugar de enfrentarse a su problema o a su causante, o cuando el Salvador interviene, aunque no lo llamen, porque piensa que la Víctima no es capaz de resolver el problema por sí mismo.

Se dice que es un baile porque pasado un tiempo empieza a cambiar el juego, los roles empiezan a girar. Pongámonos en situación:

Un compañero de trabajo te cuenta que se siente mal porque se ha enfadado con vuestra mentora, y las razones por las que se ha enfadado con ella. Tú le animas y le das la razón justificando su enfado con tus propios argumentos y opiniones acerca del comportamiento de vuestra mentora. Hasta ese momento tu amigo se está comportando como Víctima, considerando a su mentora Perseguidor, y tú has entrado en el triángulo como salvador de tu amigo. Y entonces empieza el baile: tú para salvar a la víctima (tu amigo) has empezado a perseguir al que antes era Perseguidor vuestra mentora. Curiosamente la víctima al dejar de sentir la presión se convierte en el Salvador, diciendo cosas como que no era para tanto o justificando las acciones del que antes era su Perseguidor.

Hay miles de situaciones en las que hemos vivido este baile del triángulo de Karpman. Una vez que entro en el triángulo no puedo salir, sólo dar vueltas en ese cambio de roles. La única manera de no atraparme en él es no entrar, y para ello necesito dejar de creer en estos roles; y esto sucede cuando dejo de creer que hay buenos y malos, y sobre todo cuando dejo de creer que unos tienen poder sobre otros.

Puede que los antiguos caballeros que salvaban a la dama del balcón las quisieran, pero no las consideraban suficientemente hábiles como para liberarse por sí solas de las manos del enemigo. Al rescatar a una persona que pueda valerse de sí misma, le estamos librando de sus responsabilidades y le impedimos que tome sus propias decisiones y encuentre su camino. El triángulo dramático de Karpman me mostró la diferencia entre “ayudar” y “rescatar”.

Al rescatar a una persona que pueda valerse de sí misma le impedimos que tome sus propias decisiones y encuentre su camino

Hoy Viktor Frankl es considerado el más famoso psicoterapeuta del siglo XX y el último de la gran generación de la Escuela de Viena. Gracias a las múltiples influencias que había recibido de otras corrientes teóricas, creó un nuevo enfoque terapéutico llamado “Logoterapia”: psicoterapia centrada en la búsqueda de sentido.

El ser humano se halla sometido a ciertas condiciones biológicas, psicológicas y sociales, pero dependerá de cada persona, el dejarse determinar por las circunstancias o enfrentarse a ellas”

Los sentimientos de ira y frustración que experimentamos desde el rol de Víctima o de Salvador nos llevan a enfadarnos con el otro y a asumir el rol del Perseguidor. Viktor, un nombre muy apropiado para esa persona, eligió ser un vencedor, y pudo hacerlo porque descubrió humanidad en el rostro vacío de lo inhumano, halló esperanza en un vasto mar de desesperanza. Frente a una resistencia abrumadora, se negó a menospreciarse a sí mismo ni a los demás.

Rol de salvador versus rol de ayudador empático

Durante la interacción de dos personas en una relación profesional o personal, es frecuente tomar roles determinados, por lo general de forma inconsciente, que pueden dar lugar a desacuerdos constantes, expresiones agresivas, pasividad o resentimiento.

Es frecuente tomar roles determinados, por lo general de forma inconsciente

El profesional de ayuda da asistencia a las personas que acuden en busca de solución a sus problemas sociales, físicos o psicológicos, en forma de pacto formulado en términos explícitos “yo te ayudo a cambio de…”, o, en términos implícitos, propios de su profesión “me pagas para ayudarte a salir de tu problema”. Es un pacto entre dos personas adultas, donde existe un intercambio y donde ambos tienen una parte activa en la solución del problema.

Pero en muchos casos, algunos usuarios se sienten Víctimas y de manera directa o indirecta piden al profesional que les Salve de su problema “hazte responsable de mi problema estoy indefenso”; ¿cómo puede el profesional no entrar en el papel de Salvador ?

Acey Choy escribió en 1990 un artículo donde describía la antítesis del papel de Salvador, perfilando el tipo de ayuda que una persona puede dar a otra sin entrar en el papel de Salvador, tanto desde el rol profesional como desde un amigo o un familiar.

El ayudador…

  • Se preocupa por los demás pero respeta la capacidad para que los otros, por sí mismos, resuelvan sus problemas.
  • Tiene conciencia de sus necesidades y sentimientos propios, para decidir si dan ayuda o no.
  • Generalmente, antepone sus necesidades a las de los demás, para evitar sentirse superiores a los otros.
  • Espera que los demás pidan ayuda y preguntan a la otra persona qué es lo que quieren, nunca suponen o adivinan lo que la persona que pide ayuda necesita.
  • Si deciden decir No a la petición de ayuda no se sienten culpables. Si deciden ayudar no hacen más de lo que les toca.
La alternativa más clara para evitar el rol de Salvador con una persona que queremos ayudar, es utilizar la capacidad de escucha de una manera empática. Se trata de escuchar los problemas del otro sin dar consejos, ni juzgar, ni interpretar lo que dice, a no ser que éste se lo pida. A veces, se puede ayudar haciendo preguntas sobre el problema, para que la otra persona pueda clarificar la confusión o poder llegar por sí mismo a obtener alternativas para la solución de sus conflictos. En otros casos poder expresar los sentimientos a alguien que escucha imparcialmente y con aceptación, es suficiente para salir del conflicto o para, simplemente, sentirse acompañado.

Durante el Curso Experto de Coaching de Salud que dará comienzo en enero, podrás descubrir, entre otras muchas cosas, como desarrollar tu escucha empática para entender el punto de vista de tu cliente/paciente, y realizar preguntas poderosas para comprender en qué situación se encuentra, sus circunstancias, sin asumir sus pensamientos o sus sensaciones.

 

Laura Ortiz Amador

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