Confiar en que «no hay mal que por bien no venga»
Nos estamos acomodando en el nuevo año con la experiencia del 2020 y la incertidumbre de lo que vendrá, en medio de una “nueva normalidad” remota, virtual, con mascarillas y distancias físicas.
Aunque hayamos intentado resistir a la espera de que pase pronto y todo vuelva a ser lo que era, hoy sabemos que no nos queda más opción que aceptar esta nueva normalidad. Modificamos, como mínimo, nuestra forma de trabajo, el modo de hacer las compras, las rutinas sociales, y hasta lo que cogemos como necesario antes de salir de casa.
La Pandemia nos obligó a salir de la zona de confort, a poner en movimiento un cambio. Porque ACEPTAR es justamente dejarse atravesar y confiar en que cada suceso es parte necesaria de una lógica que lo trasciende. Confiar, en este contexto, no es un acto de fe (únicamente), sino reconocer que formamos parte de una existencia perfecta que nos trasciende y que nos contiene.
Basta con observar el baile entre el día y la noche, la floración de una planta o cómo cambian las estaciones para reconocer que la vida es un proceso cíclico constante que nunca se repite. Cada ciclo es único e irrepetible, un segundo nunca es igual al otro, sabemos que todo se transforma aunque su dirección sea el gran Misterio de la humanidad. Entonces, sólo basta con observar la lógica de la vida para ver que estamos inmersos en una transformación constante.
La constante es el CAMBIO. Pero en el ojo de este fluir nuestra pequeña humanidad egocéntrica, ansiosa, materialista, y controladora se planta resistente ante lo vertiginosa que resulta la incertidumbre. Cuánto nos cuesta incorporar esa confianza para realmente entregarnos a lo que sea que toque vivir… ¿no? Sin embargo, ¡de eso se trata la vida! Y cuando logramos ese “clic” en ACEPTAR nos sumergimos en la maravillosa marea del aprendizaje y la sabiduría.
Aceptar nos permite crecer. Porque en lugar de la queja, de la frustración y de la pulsión resistente, empezamos a ELEGIR cómo queremos atravesar las circunstancias que nos tocan. Podemos aprender de lo que no nos funcionó, probar algo diferente, definir una estrategia para mitigar lo que no salió como esperábamos y quizás, ese evento que tanto nos descolocó en un primer momento resulte ser el punto de partida hacia un estado superador.
Podemos decidir hacia dónde queremos ir y cuáles van a ser los pasos en esa dirección pero siempre estaremos envueltos en la lógica de la vida en la que cada ciclo implica un PROCESO. La transformación es un proceso, como el que nos conduce de la calidez a la nieve, va nublando el cielo hasta desatar la tormenta o contagia temblores por como por una vena en la tierra hasta generar el terremoto. La lógica de la vida es un proceso fractal en el que cada unidad se puede dividir infinitamente y es condición necesaria para el cambio en el Sistema.
De manera semejante podemos analizar nuestra vida: cada acontecimiento conlleva una serie de eventos anteriores como condición para que sucediera tal y como fue. Y del mismo modo, cada uno de nuestros sueños, de nuestras metas, se puede dividir en objetivos más concretos que se componen de pequeñas decisiones que nos van trasladando de un punto inicial hacia algún lugar más o menos cercano al destino imaginado.
- *¿En qué área de tu vida desearías fluir más? *¿A qué cambio te sientes resistente? *¿Has pensado en la ganancia a la que te invitaría ese movimiento? *¿Puedes imaginar pequeños pasos que te conduzcan hacia una nueva dirección?
Acomódate en el 2021, ajusta ese cinturón y entrégate a la lógica de la vida: aceptar el cambio, confiar en el proceso y elegir una pequeña acción cada vez para acercarte a tus metas sin prisa pero sin pausa.
Marina Wein
Coach de Salud
Escuela de Coaching de Salud
Aún no hay respuestas